No destruyamos la autoestima de nuestros hijos.

"No es necesario decirle algo tan extremo a un hijo para destruir su autoestima; a veces nuestras acciones u omisiones contribuyen a lo mismo."


Nadie dijo que criar hijos es fácil. Y aunque a veces he pensado que se podría diseñar una carrera  que te enseñe cómo ser buenos padres, no creo que todo el conocimiento del mundo resuelva el tema, porque ser padres es un asunto de prueba y error. ¿Por qué digo prueba y error? Porque cada hijo es un ser humano distinto y lo que funciona con uno, a veces no funciona con el otro. Nosotros tenemos 3 hijos varones, casi 25 años de experiencia en esta materia y todavía cometemos errores; eso sí, durante todo este tiempo hemos buscado cómo aprender para minimizarlos. Hay mucho material disponible para instruirnos, comenzando con los principios que Dios nos dejó en la Biblia (los Proverbios tienen mucha sabiduría); los libros del Dr. James Dobson hay que leerlos: “Cómo criar a un niño de voluntad firme”, “Tener hijos no es para cobardes”, “Atrévete a disciplinar”, entre otros. Hay mil cosas sobre las cuales podemos hablar, pero me voy a concentrar en las formas en que podemos destruir la autoestima de nuestros hijos. El otro día platicando con una amiga me contaba que en una discusión con su hijo, él le dijo: “ya sé que soy una M…”. Ella se asustó; resulta que su papá le había dicho eso. 

No es necesario decirle algo tan extremo a un hijo para destruir su autoestima; a veces nuestras acciones u omisiones contribuyen a lo mismo. Voy a enumerar 5 que considero son las más comunes:

1. No los compares

Nosotros tratamos de tener el cuidado de no comparar a nuestros hijos con nadie, pero a veces la misma familia lo hace. Cada uno de nuestros hijos nació con talentos y habilidades; unos son buenos con los números, pero no los pongas a escribir un ensayo y viceversa. Nuestros dos hijos mayores se destacaron en el colegio, no solo académicamente, pero también en el deporte y la música; para nuestro menor, el déficit de atención hizo que la parte académica en un ambiente de enseñanza tradicional, se convirtiera en un gran reto. En el colegio lo comparaban con sus hermanos, no solo profesores, sino también compañeros de clase. Recuerdo una vez que nos contó que unos compañeros le preguntaron: "¿y vos para qué sos bueno?". Unos años después terminamos cambiándolo de colegio, por recomendación del psicólogo. Recién había entrado al nuevo colegio, un día muy contento nos dijo: "me gusta este colegio porque ahí yo soy Sebastián, no soy el hermano de Alejandro y Andrés". En ese colegio descubrieron que Sebastián tiene 
un talento musical y una voz privilegiada... sus calificaciones mejoraron considerablemente; volvió a ser feliz y divertido. 

2. No les sobreexijas

Por muchos años le sobreexigimos a Sebastián en la parte académica, hasta que  entendimos que aprendía de forma diferente y que debíamos buscar un lugar donde él pudiera desarrollar su potencial. 

3. Criticar las características de los hijos si son diferentes a las nuestras

Una vez nos dijo un psicólogo que no midan a sus hijos con los mismos parámetros de ustedes a su edad. Nosotros sobrevivimos los años 80 en el exilio; nuestros hijos nacieron en otra era. 

4. Mencionar continuamente los errores cometidos

Si para un adulto es terrible que le estén achacando los errores todo el tiempo, que más para un niño o un adolescente. Generalmente, la consecuencia de los errores es suficiente castigo. 

5. Decir a sus hijos que sus sueños, aspiraciones y metas son imposibles de alcanzar

Nosotros creemos firmemente que Dios tiene un propósito para cada ser humano. Creemos que se vale soñar y tener aspiraciones de hacer cosas grandes.  

No hay nada más poderoso en la vida de un hijo que las palabras que lanzamos los padres sobre ellos; podemos construir pero también podemos destruir. “En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de sus frutos” Proverbios 18.21.


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